Actualmente
las sociedades aspiran a alcanzar el máximo de la industrialización, de tal
forma que llegará un día en que prácticamente no habrá una acción que no la
realice una máquina. De hecho, en estos días se está hablando de los coches que
conducen por sí solos y cuyos fabricantes comentan con total naturalidad que
pueden ser usados sin problemas en zonas relativamente pequeñas, controladas,
como pueden ser en el interior de las grandes empresas o incluso en campos
universitarios.
Pero
hay algo en lo que no se repara y es que toda máquina necesita determinados
elementos para funcionar, lo que acarrea una generación de residuos.
Concepto
de residuo
Se entiende por “residuo”, “desecho” o “rezago” a todo producto resultante de una actividad de procesamiento y que se considera que carece de valor (económico, energético o de unas propiedades determinadas que se persiguen) para conservarlo. Mientras que “residuo” y “desecho” son dos términos absolutamente sinónimos, conviene matizar que en el caso de “rezago”, no ocurre exactamente así ya que frecuentemente se habla de un material “rezago” como material sobrante y por tanto, puede poseer aún similar valor que cualquier otra materia prima a usar. Por ejemplo, imaginemos que poseemos un gran trozo de cartulina al que quitamos una parte considerable para realizar una actividad manual. Con los fragmentos que nos quedan podemos realizar otras piezas de esa composición (tales como pequeñas flores, por decir algo). Pues bien, estos trozos más pequeños de cartulina serían “rezagos” y como vemos, no son desechos en su sentido amplio de la palabra, ya que todas las características que busca el consumidor las mantiene intactas.
Pueden ser sólidos, líquidos, gaseosos o una combinación. Estos materiales, si no se tratan convenientemente, acaban acumulándose en determinadas zonas afectando al suelo, aire, aguas superficiales y subterráneas y actuando de manera dañina sobre los seres vivos. Por ello, cada país ha desarrollado una serie de leyes que penaliza la acumulación de desechos, sin ser previamente tratados. Y es que durante el procesamiento y manipulación de estos rezagos pueden ahorrarse grandes cantidades económicas y de materias primas ya que pueden transformarse en nuevos objetos a usar o producir energía de manera que a largo plazo el Medio Ambiente no resulta tan esquilmado y dañado por la actividad industrial humana.
Tipos de residuos industriales
En una de las tantas clasificaciones posibles de los residuos Industriales, suelen distinguirse tres tipos: inertes, asimilares a desechos urbanos y especiales.
La
primera clase, “inertes”, abarca a sustancias sólidas no reactivas al aire
libre. Por tanto, no suponen ningún daño en la salud de los seres vivos. Su
único impacto puede ser visual, debido a su acumulación. Se tratarían de
productos resultantes de la construcción (material de demolición), vidrios y
cristales, chatarras, escorias, etc.
Dentro
de los materiales asimilables a residuos o desechos urbanos se incluyen
materiales orgánicos que sí pueden contaminar el entorno y afectar a la salud.
Generan subproductos tóxicos y de olor desagradable pero que mediante un
correcto tratamiento se pueden transformar paliando los posibles daños que
puedan ocasionar.
Por
su parte, los residuos y rezagos industriales especiales son aquellas
sustancias altamente contaminantes, que ponen en serio riesgo de vida a los
seres vivos que entren en contacto con estas sustancias. Por ello también se
les denominan residuos peligrosos.
Sitio Oficial: http://www.recicladoindustrial.com/
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